57 millones de euros de presupuesto y 8 años de trabajo no pueden resultar mal cuando se trata de mostrar la vida en en los mares. El nuevo trabajo de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud viene con una impresionante carta de presentación que incluye ser el documental más caro de la historia y haber descubierto varios miles de especies marinas durante el rodaje. “Probablemente nunca se repita una producción como esta”, confiesa Jesús Prieto, presidente de Vértice Cine, la distribuidora en España de Océanos.

La película nace con un mensaje y una misión muy claros: concienciar al espectador de que el ser humano está destruyendo el planeta. Hay pocas frases en off, que podrían escribirse en apenas un folio, pero son muy claras: “hemos perturbado el equilibrio de la naturaleza”, “la destrucción se ha acelerado en los últimos años”, “no hay un planeta de recambio”… Perrin y Cluzaud señalan directamente al hombre como única causa de la extinción de muchas especies.

Y para crear conciencia de la necesidad de respetar y cuidar nuestros mares nada mejor que hacer que nos enamoremos de ellos de la única manera posible: admirando su belleza, su ternura y su majestuosidad. Las imágenes que nos muestran son impresionantes, son momentos mágicos de decenas de especies en su lucha por la supervivencia, sus juegos en el agua o en un simple revolcón sobre la arena. En lo estético y en lo formal no hay ninguna tacha.

Carreras de orcas, tortugas luchando contra el oleaje, gaviotas lanzándose a por sus presas bajo el agua… nos sorprenderemos a nosotros mismos descubriendo y quedándonos embelesados ante la belleza de escenas que en realidad son crueles, viendo como unas especies se comen a otras en lo que casi es un baile. Los directores se recrean en las imágenes a camara lenta, con una ambientación musical impecable y un exquisito empleo del sonido… todo se mueve al ritmo de las oscilaciones de los extraños cuerpos de los seres que filman. Todo es pura poesía.

Y a medida que avanza, la película va siendo menos bucólica, porque nos muestra lo que ha hecho el ser humano: la basura en el agua, el cambio climático… y a pesar de eso aún sigue regalándonos planos fantásticos, como el de un solitario pingüino que camina sobre el hielo ante un inmenso iceberg -para mi gusto uno de los más bellos de la película.

Aparecen pocas personas en la película, pero todas cumplen su función. Vemos a un niño aún inocente, angelicalmente rubio, que mira deslumbrado hacia el océano, sin poder esconder su asombro ante la inmensidad. Los siguientes son adultos, pescadores, en una de las escenas más brutales de la película, de hecho, la única en la que se ve sangre. Mensaje: los animales matan más limpiamente, sólo el ser humano es capaz del horror. Los animales son capaces de adaptarse a los restos de los barcos naufragados y de interaccionar amistosamente con los buceadores. Los salvajes no son ellos, sino nosotros.

Y mientras un anciano -el propio Perrin- le muestra a su nieto los centenares, miles de especies desaparecidas, nos invade una nostalgia de un tiempo pasado, aquel en el que la acción humana apenas tenía efecto sobre la naturaleza. Nos han convencido, su mensaje nos ha llegado, pero es que tampoco nos han dejado otra opción.

Océanos resulta una película admirablemente hermosa, pero también ciertamente moralista. No es que le falte razón, es que son demasiado evidentes. Y unas palabras escritas antes de que comiencen los títulos de crédito nos hacen pensar: la escena de la matanza es reconstruida.

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Pagina oficial de la pelicula